Juan Chambers compitió en el alto rendimiento y ahora lidera un grupo de corredores. A pesar de no ser un paciente de riesgo y llevar una vida sana, estuvo hospitalizado con oxígeno. Hoy sigue en internación domiciliaria.
Por Hernán Kloosterman
Juan Chambers tiene 38 años y siempre estuvo ligado al deporte. Es profesor de educación física, fue atleta de alto rendimiento (llegó a salir 7° en una carrera de 30 mil personas) y hoy conduce el grupo de entrenamiento Troten.
Pero sus antecedentes de vida saludable quedaron al margen cuando se contagió de coronavirus: estuvo ocho días con oxígeno y hoy permanece en internación domiciliaria y se administra cuatro horas de oxígeno por día.
“Me dijeron que mis pulmones habían quedado rígidos como una cartulina. Con muy poca flexibilidad y elasticidad”, le cuenta a LA CAPITAL.
Su caso es un reflejo del cambio que tiene el impacto del virus en la segunda ola: hay un notorio crecimiento en la internación en jóvenes. No obstante, no deja de llamar la atención cómo un virus que en muchos casos se supera sin mayores problemas, puede poner de rodillas a un joven deportista y sin ninguna patología previa.
Juan Chambers compitió en el alto rendimiento.
Chambers empezó los síntomas con un dolor de cabeza fuerte. También le dolía la panza, y a los pocos días apareció la fiebre. Un médico amigo le recomendó hisoparse, pero mientras esperaba el resultado, una tomografía confirmó el diagnóstico: neumonía bilateral severa.
Tras unos días de tratamiento con antibióticos en su domicilio, la fiebre no bajaba por lo que fue a la Clínica Colón, donde quedó internado. “Lo más difícil de la internación es el aislamiento. No ves a nadie. Las enfermeras y los médicos te dicen desde la puerta que te pongas el barbijo, entran tapados y no les ves ni los ojos. Es horrible”, describe y recuerda la sensación “de que estas contaminado”.
“Una noche me ponen el respirador, me tapan con una escafandra y una bolsa y me mandan a hacer un tomografía. Esa sensación de que contagiás, de que estás contaminado, es horrible”, reflexiona.
Después de ocho días en el área Covid, cuando su cuadro mejoró, fue trasladado a una habitación común donde, al menos, podía recibir una visita diaria. “Estuve tranquilo porque siempre estaba comunicado con todos. Los médicos te tranquilizan un montón. Yo después hablé con mi vieja y no era tan alentador mi pronóstico”, relata.
Superada la etapa de internación, Juan sigue el tratamiento en su casa donde tiene que administrarse cuatro horas de oxígeno diarias y hace kinesiología.
“Hice deportes toda mi vida, estuve en el alto rendimiento y llevo una vida sana. El médico me dijo que me salvé por eso. Nunca me imaginé que el virus me iba a poner en este lugar”, reconoce.
El responsable del grupo de entrenamiento Troten valora la importancia de estar conectado con sus seres queridos para afrontar la recuperación. “Las mejorías son muy lentas. Tengo, como mínimo, para una semana más de oxígeno en mi casa y después hay que ver cómo sigue todo”, explica.
Chambers lidera el grupo de entrenamiento Troten.
Con el proceso de recuperación en marcha, Juan dice que sólo piensa en superar esta etapa y volver a tener una vida normal. “Los médicos no te dan mucha seguridad de nada. Nadie se la juega mucho con este virus. Mi amigo que es médico me dice que sí, que voy a recuperar la vida normal. Pero en realidad los médicos que no me conocen dicen que no se sabe”, admite. Y, enseguida, agrega: “Ahora mi punto débil son los pulmones: me dijeron que habían quedado como una cartulina. Me dicen que no se sabe cuánto voy a recuperar y eso psicológicamente te liquida”.